martes, 22 de septiembre de 2009

Momento


Yo te solté la mano para que fueras,
porque no puedo ser otro.
Te solté la mano como lo hice
con otras que antes efímeramente me acompañaron.
Sabiendo que nunca podría retenerte,
aproveché la corriente de carcajadas
para que mirando mi tristeza,
repudiando mi silencio,
sabiendo esta cristalina ternura de quererte,
tan parecida a una lágrima solitaria,
reconociendo, en fin, lo ridículo y desesperado
de todo esto,
pudieras alejarte, sintieras la necesidad de alejarte...
Pudieras reírte de mí mañana.

Yo te solté la mano para que fueras
a la burbujeante charla,
al remolino de risas y frases ingeniosas,
para que alternaras con los fuertes
y dejaras el refugio de este pecho triste
que nunca viste como refugio
y al que nunca te abrazaste.
Pero, ¿sabes?, duele estar así, de este modo.
En mi pecho se cierra un ala negra al mirarte,
mis gestos son parte de un ala negra no queriendo tocarte.
Mis propias risas y frases comienzan a dolerme en tus ojos.
Prefiero callar entonces, renunciar ahora.
Dejar que la corriente pase y me desplace,
sentir tu compañía vacilar entre mis dedos,
asumirte inquieta en mi derrota, despierta en medio de mi sueño
arrullado por lejanas y dulces canciones.

Vacilante, inquieta, despierta. Y a punto de partir.
Me pides ser otro. Mi deseo de ti me pide ser otro.
Pero no puedo ser sino éste que -ya lo viste-
temprano comenzó a apagarse
para empezar a extrañarte.

La melancolía es el opio del dolor
y la continuación del sueño.

Yo te solté la mano para que fueras
¡pobre iluso! acaso no hice sino adelantarme
para que tu partida doliera menos.

La corriente pasa, arrastra,
seduce, invita, asalta;
aligera y al mismo tiempo presiona,
nadie quiere quedarse a un lado,
ser arrojado fuera, dejar de ser parte.
Yo te solté la mano en la pequeña
multitud alegre, pujante, bulliciosa,
que hoy equivale al mundo.
Y me quedé a un lado. Yo me quedé a un lado, solo,
con la lluvia y con las manos...
las manos en los bolsillos.

No olvides no dejarme ninguna esperanza;
la compasión, muñeca, no te sienta;
patea de una vez al cachorro;
felina, araña y ríe
que ya hay suficiente tristeza en tu mirada.

No olvides
no dejarme ninguna esperanza.

.........................................................................

Desperté esta mañana antes de que el sol saliera;
contradictorio y triste,
solo y con frío frente a la taza de café,
el silencio inmenso
mide también la distancia.
Hace tantos días que no podía
dejar a cada momento de pensarte.
Y ayer te solté la mano...
Agitado, aquí me detengo. Comienza aquí
lentamente mi descenso.
Bebo sorbo a sorbo la misma oscuridad
que miro cara a cara.
Pobrísimo y grave,
como quien se ha robado a sí mismo.


(2002)



Fotografía: autor y título desconocidos - Fuente: Internet